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jueves

Raíces

La señora estuvo intentado contener las lágrimas desde que subió al tren. Yo no sabía que se dirigía a su particular exilio interior pero cuando cruzamos Despeñaperros, emitió un suspiro que fue como una revelación: Ay niño, que pena me da y eso que llevo ya cuarenta años viviendo en Barcelona. Me acuerdo de mi Córdoba todos los días del año. Mi viaje era de ida y vuelta, no me iba ni volvía de ningún lugar, pero en el suspiro de aquella señora pude sentir la desgarradora fuerza de las raíces, el sentimiento del que siempre se sentirá errante.

©José Luis Pineda Requena

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