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domingo

El hombre del poncho


"El verdadero modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele."
Marco Aurelio

La hora del desayuno es mi momento irrenunciable del día. Salgo de la gris oficina en la que trabajo y me evado de la aburrida concurrencia que me acompaña para sentarme solo, al sol, en una plaza contigua a la que miles de años contemplan y que es un pequeño oasis dentro de esta polucionada y absurda ciudad. En una especie de ritual, trato de sentarme siempre en la misma mesa, pido el café, enciendo un pitillo y dejo correr los minutos entre el vago rumor de las gentes que se reúnen en la plaza. Observo, miro, me cubro del espléndido sol de la mañana.

Suelen deambular por allí pedigüeños de toda índole. Caraduras haciendo de la pobreza una excusa vital, la mayoría. Pero desde hace unas semanas, rondando la misma hora, aparece un señor ataviado con poncho, sombrero y guitarra. Al principio no reparé en él intuyéndolo uno de tantos, pero cuando el hombre comenzó a cantar, toda la plaza se giró a observarlo porque lo hacía de una forma espectacular. Cantaba boleros de amor. Debía de andar por los cuarenta y pocos y transmitía una sensación de modesta pobreza. Siempre bien afeitado, limpio, con unas ropas viejas pero decentes, lustro en los zapatos y cubierto de una manta vieja y deshilachada que trataba de emular al típico poncho mejicano. Cubierto con su sombrero, desplegaba una voz espectacular, simulada rota y acompañado por un suave ritmo de guitarra, caminando por las mesas, hacía estremecer a todos los allí presentes. Tras terminar su serenata, se destocaba elegantemente y, con una educación exquisita, se inclinaba educadamente en cada una de las mesas, sin pedir nada a cambio, confiado en la buena voluntad de la concurrencia.

Fue ayer cuando sucedió que al terminar, el hombre del poncho se dirigió a la mesa de al lado y saludó efusivamente al individuo que la ocupaba. Un antiguo conocido. Se sentó junto a él y tras unos minutos de conversación protocolaria, entraron en materia. Aunque sea mala cosa, no pude evadirme de la conversación.

- Pedro, ¿cómo has llegado a esto? No puedo creerlo
- Ya ves Moisés, la vida.
- ¿Pero cómo que la vida? Si la última vez que te vi…
- Ya, la última vez que me viste mi vida era muy distinta. Pero, uno nunca sabe. Para ser breve, me divorcié de María. Me destrozó. El divorcio, ella. Por dentro y por fuera. No supe manejarme en la crisis. Me abandoné al desamor, a la destrucción de mis ideales. Ella lo aprovechó para arruinarme. Nunca me importaron esas cosas, ya sabes. Era ajeno a todo y ella era otra, distinta, despiadada, desconocida. Después vino la depresión. Me dieron la baja del conservatorio. Cuando quise darme cuenta no tenía para comer y bueno, no sé hacer otra cosa que cantar. Entre que encuentre algo mejor, así consigo el pan de cada día. Tan increíble, tan cierto.
- Pero…
- Ya, es duro, al principio me costó muchísimo. Pero llega un punto en la vida en el que o te tiras por un puente o tienes que comer. Yo siempre fui cobarde para lo primero así que tuve que tirarme, pero a la calle. Ahora incluso a veces es divertido. Además, nunca pude imaginar que este modo de vida me daría la oportunidad de redimirme, de cerrar definitivamente aquella puerta entornada que me atormentaba.
- No entiendo
- El otro día, en aquella mesa, durante la ronda diaria, la vi. Sí, a María. Estaba acompañada de su nuevo novio. Un tipo guapo, elegante, más joven que ella. Me acerqué tocando como si se tratase de una pareja cualquiera. El caballero sonreía mientras le tomaba la mano y ella palideció al verme allí. Al terminar, aquel tipo sacó un billete de diez euros de su cartera y yo, educadamente, le dije que no se molestase. Estaba pagado con el privilegio de poder cantar ante una señorita tan bella, les di los buenos días y me marché.

Entonces, yo que andaba pensando en futuras justicias divinas supe que aquel tipo no las esperaba. Se las cobró en la tierra. Le cantó “Que te vaya bonito”, de Vicente Fernández.


©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 12 de diciembre 2006

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonita la historia que le has escrito a ese hombre, la verdad que no se merecia menos...Sabia que terminarias escribiendo ese relato, me alegro que lo hayas hecho tan pronto y tan bien.

Suerte la tuya que seguramente volveras a oirle cantar.

Un beso

Isthar dijo...

Qué bonita historia, triste y dulce a un mismo tiempo.

Siempre he admirado a las personas que no guardan rencor en su corazón, que son capaces de seguir la vida con una sonrisa, pese a todo. María nunca supo lo que se perdía, porque sin duda, era un buen hombre.

Un abrazo muy fuerte

Daniela dijo...

José Luis...extraordinaria redacción como siempre. Admiro la fluidez y claridad con la que haces tus relatos.
Pedro y su desamor, su abandono, la falta de motivación para seguir luchando, me dan mucha tristeza. En ese hombre hay un personaje lleno de nobleza, increíble la forma como se conforma en cierta forma con cantarle esa canción a María. Ojalá se olvide por completo de ella y vuelva a ser feliz.
Besos.

Lena dijo...

Si es que al fin y al cabo es relativamente facil terminar en la calle....Hay cosas que pueden con nosotros. Me impresionó tanta ternura.
Besos,
Lena.

lili dijo...

Capi,muy buen relato,me gusta mucho como enlazas el final de la historia con la frase de Marco Aurelio,jeje.

Piensa que la explicación fue por mi día (poco receptiva), no porque tú no sepas transmitir bien.Cada día escribes mejor!!!


Felicidades!!!

Un besito

lili dijo...

Capi,muy buen relato,me ha gustado mucho como enlazas el final de la historia con la frase de Marco Aurelio,jeje.

Piensa que la explicación fue por mi día (poco receptiva), no porque tú no sepas transmitir bien.Cada día escribes mejor!!!

Felicidades!!!

Un besito

Anónimo dijo...

José Luís, me ha gustado mucho este relato, como todos los otros también...
Cuánta verdad en la frase de Marco Aurelio!
Un beso

Anónimo dijo...

Bea me recuerda la historia de un chico conocido.
Un besito.

Anónimo dijo...

Bea dijo...

Me recuerda la historia de un chico conocido.
Un besito.

Noa- dijo...

Que disfrutes de estos días navideños y la felicidad, el amor y la salud llenen todos los días del nuevo año.

Besotes

Athena dijo...

Athena dijo:

Bonita historia y muy bien narrada. Sabes llegar. Pienso que el hombro del poncho se quedó muy agusto al decirle a su ex todo lo que había significado para el y además lo hizo de la mejor forma que sabía, cantando.
Con la lectura me has animado a oir la canción y es buenísima.
Me gusta cuando dice:
..que te den lo que no pude darte, aunque yo te haya dado de todo...
Complicados que somos los humanos.

Saludos.

Capitán Alatriste dijo...

Hola paqui...por fin un comentario.

Isthar, es algo maravilloso eso de vivir sin rencor de ningún tipo.

Daniela, el personaje del poncho no debería darte tristeza sino todo lo contrario.

Muchas veces he pensado eso Lena.

Alicia, esto pasa por hacerte de dos equipos a la vez.

Nuria gracias por tus visitas y por tu comentario

Bea, de qué chico, cuéntame esa historia...

Gracias Noa, feliz navidad.

Athena, me encanta ese tipo de canciones. Y como bien dices, la letra de esa es impresionante.

BESOS Y FELIZ NAVIDAD PARA TODOS.

Anónimo dijo...

hoola!por fin el ordi arreglado!!!
feliz Navidad y k el 7 del próximo año nos de la magia k conlleva.
Las cosas afortunadamente no pasan porque sí, el gran señor del poncho,es tan posible k aunke lo haya pasado tan mal..ahora sea más feliz o le espera algo mucho mejor, seguramente como a muchos d nosotros, porque ya sabemos lo k es dejar un amor....no? besito

Daniela dijo...

Feliz Navidad José Luis , que la pases super bien al lado de tus seres queridos.
Besos.