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jueves

Yo estaba allí

Amaneció una mañana soleada y calurosa. En el hotel NH Danube City Hotel –donde la selección se alojaba- existía un ambiente relajado y tenso a la vez. Pocos aficionados en las puertas, caras serias, sonrisas forzadas, cámaras aisladas buscando algo que poder grabar. Después, camino a Stephansplatz, el metro de la impresionante ciudad que es Viena, empezaba a cubrirse de rojo y de amarillo y al llegar allí, frente a la catedral, todos nos encontramos. Los escépticos, los agoreros, los optimistas, los tristes, los alegres, los resignados, los ilusionados. Todos aquel mediodía abandonaron su papel y por unas horas, estoy convencido, todo el mundo supo, o al menos quiso saber que aquella noche, la maldita historia de esta selección habría de cambiar. Yo estaba allí.

Sí, yo estaba allí, y los vi a todos redimidos al símbolo de una bandera. Y convencidos de que aquella noche habría de ser. Vi a jóvenes y a mayores, a hombres y a mujeres, todos vestidos de rojo y amarillo, cantando ilusionados mientras se consumían interminables las horas que habrían de marcar el momento de la rutina o el cambio. Cuando llegó la hora del partido, e Italia se encerró a esperar, como perro viejo, como lobo astuto, y empezó a aguantar las inocentes acometidas de la ilusión, tal vez todo el mundo pensó que el cuadro se dibujaba como siempre. Pero cuando Casillas sacó aquella con los pies, yo ya sabía que esta vez había algo diferente. Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos a la fatídica tanda de penaltis.
Los penaltis se lanzaron en una portería asaltada por un fondo enfurecido que pareció sacarse de dentro a base de gritos tanto desespero y tanta desazón, tantos años de fracasos. Un fondo que parecía decir sin palabras que la historia había de cambiar. Yo estaba allí, y vi como el rojo y el amarillo cegaron la vista de los italianos, y esta vez la historia no fue lo que no debía ser, y escuché a las gargantas destrozadas sollozar apenas de alegría el gol de Cesc y mirarnos todos, y gritar ya sin voz, y derramar las lágrimas de la alegría.

Quizás España gane esta Eurocopa 2008 y eso sea el comienzo del camino que esta selección debería seguir para siempre, y un día de estos, yo le contaré a mis nietos que aquel lejano domingo de Junio, el día en que España cambió la historia para pasar a las semifinales de un gran torneo, yo estaba allí.

3 comentarios:

JUAN dijo...

No se si queda alguien por engancharse al sueño de la eurocopa, pero si alguno de los que aún no se ha enterado tiene la suerte de toparse con tu artículo, se enganchará por la emoción y la autenticidad que has sido capaz de transmitir con él.

Enhorabuena por haber vivido ese momento y gracias por compartirlo.

Un saludo.

Isthar dijo...

El nudo en el estómago que ese día me tuvo frente al televisor rodeada de amigos y con el corazón en un puño, valió la pena.

Lo que vivimos ese día y rematamos el domingo no tiene precio :)

Catarsis colectiva en estado puro

AdR dijo...

Senderos de Gloria :)