1. adj. Excelso, eminente, de elevación extraordinaria. U. m. en sent. fig. apl. a cosas morales o intelectuales. Se dice especialmente de las concepciones mentales y de las producciones literarias y artísticas o de lo que en ellas tiene por caracteres distintivos grandeza y sencillez admirables. Se aplica también a las personas.
“...Yo no quiero morir como un imbécil, y puesto que un día u otro deberé morir sin remedio, por encima de todo quiero cuidar en mi tiempo lo único que es seguro e irremediable, pero quiero sobre todo cuidar la forma de mi muerte porque es la forma lo que en cambio no es tan seguro ni irremediable. Es la forma de nuestra muerte lo que debemos cuidar, y para cuidarla debemos cuidar nuestra vida, porque será ésta, sin ser nada en sí cuando cese y sea sustituida, lo único que sin embargo será capaz de hacernos saber al final si morimos como un imbécil o si morimos aceptablemente. Tú eres mi vida y mi amor y mi vida de conocimiento, y porque eres mi vida no quiero tener a mi lado a otra persona que tú cuando muera. Pero no quiero que llegues de pronto a mi lecho de muerte tras saber que agonizo, ni que acudas a mi enterramiento para despedirme cuando yo ya no te vea ni pueda olerte ni pueda besar tu cara, ni tan siquiera que aceptes o busques acompañarme mis últimos años porque los dos hayamos sobrevivido a nuestras respectivas y lastimeras o separadas vida, pues no me basta. Sino que quiero que en la hora de mi muerte lo que allí esté presente sea la encarnación de mi vida, que no será otra cosa que lo que ésta haya sido, y para que tú la hayas sido es necesario que hayas estado a mi lado también desde ahora y hasta ese momento mío definitivo. No podría soportar que en esa hora tú fueras sólo recuerdo y estuvieras mezclada, y pertenecieras a un tiempo lejano y borroso que es nuestro nítido tiempo de ahora, porque es el recuerdo y el tiempo lejano y la mezcla lo que más detesto y lo que siempre he intentado rebajar y negar, y enterrar a medida que se iban formando, a medida que cada presente estimado y enaltecido dejaba de serlo para ser pasado, e iba siendo vencido por lo que no sé cómo llamar si no lo llamo su propia e impaciente posteridad o su no-ahora. Por eso no debes marcharte ahora, porque si ahora te marchas me quitarás no sólo mi vida y mi amor y mi vida de conocimiento, sino también la forma de mi muerte elegida..."
Javier Marías (“El hombre sentimental”)
2 comentarios:
Creo que el hombre sentimental fue el segundo de los libros de Marías que leí, y me encantó, claro está. Lo volveré a leer....el otro día, cambiando de tema, y hablando del mismo, vi en Telemadrid satélite, haciendo un zapping, un poco del programa del Dragó. Sus contertulios, entre ellos, alguien que admiro, parece que ahora menos, Rafael Reig, hablaban de cómo no entendian el fenómeno Marías...de cómo se podrían leer uno o dos libros, pero ya más...en fin. Sinceramente, cada vez me gusta más y comulgo con la forma de escribir de Marías, y me aburren las historias que sólo intenta contar una historia. Un abrazo.
En realidad yo estoy un poco de acuerdo con la literaridad de lo que dijera ese contertulio, aunque probablemente no en el fondo.
En realidad no sé qué es el fenómeno Marías, pero si se refiere con eso a que es un escritor que vende mucho pues es algo que yo tampoco entiendo.
A mí me parece un escritor muy bueno, probablemente el mejor de cuantos he leído que aún permanezca vivo pero reconozco que no tiene una literatura "fácil", una literatura sencilla, amena, entretenida. De esas que hacen explosionar las ventas y producen lo que -al menos yo- conozco como fenómenos. Para mí los libros de Marías son difíciles de leer. La importancia que concede a la forma a veces difumina la historia y eso, que es muy peligroso si lo haces regular y nefasto si lo haces mal, es absolutamente sublime si lo haces tan bien como él. Creo que podría -o tal vez debería- muchísimo sobre lo que pienso de la escritura de Marías, pero es que esta ventanita de los comentarios me asfixia un poco.
Publicar un comentario