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[RQ] Rinocerontes y quirófanos

Me hallaba sumido en la plácida somnolencia que precede al excelso momento del descanso nocturno cuando dio comienzo la anécdota que les quiero reseñar. Rondaban mi inconsciencia espúreas historias en las que se mezclaban rinocerontes y quirófanos, cuando todo se vio súbitamente interrumpido por una inusitada barahúnda que me despertó de mis ensoñaciones para situarme en la vida real. Hacía más de cuarenta y cinco minutos que la medianoche había expirado y yo me encontraba allí, desvelado en mi antiguo baldaquino, lidiando con la liviana tortura que me procuraba esa algarabía incensante.

No sin antes haber sopesado las posibles consecuencias y alentado, no tanto ya por la molestia si no por la curiosidad - esa atávica condición humana-, vestí el batín y me esforcé por subir hasta el piso de arriba, lugar de donde procedía el júbilo, ocultando la indiscreción de mi conducta bajo el tímido subterfugio en el que me parapeté como excusa: la necesidad de silencio para retomar el sueño.

Cuando me encontraba junto a aquella simulada puerta del infierno, de donde los más estrepitosos sonidos surgían y la golpeé tímidamente para requerir la atención de sus habitantes, todo sucedió. Sucedió la nada, la más sorprendente ausencia de sucesos. Se hizo el silencio y también la oscuridad. Y llámemne loco, díganme que aquella escena no ocurrió nunca sino en los recovecos de mi imaginación, pero lo cierto es que desde aquel preciso instante, aquel alborotado lugar se convirtió en un cirncuspecto remanso de paz. Nunca jamás he vuelto a escuchar desde aquel día el menor ruido o sonido de cualquier índole, hasta el punto de que a veces miro atónito los nudillos con los que golpeé la puerta y me pregunto si tal vez no tenga en ellos la llave de muchos de los males que asolan a esta ruidosa Humanidad.


©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 28 de abril de 2010

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