Páginas

miércoles

Pensión Marías


Hace unas cuantas noches soñé que me encontraba viviendo en una pensión que no tenía ventanas, con un compañero de habitación bastante peculiar: Javier Marías. El cuarto que compartíamos estaba en la planta baja, justo frente al mostrador de la recepción, que no ocupaba nadie. Marías y yo deambulábamos por allí, habitación y pasillo, con acostumbrada familiaridad, como si llevásemos bastante tiempo en aquellas labores de convivencia. La puerta solía estar abierta y de cuando en cuando, alguna se detenía frente a nuestro cuarto a perturbar nuestros quehaceres. Llegó una diciendo que había leído todos sus libros. Marías, un tanto avergonzado, porque estas cosas le avergüenzan, preparaba un cumplido para la señora que convirtió en silencio, cuando ésta hizo énfasis sobre Alatriste, su personaje favorito. Después, una señora bajita nos pedía información sobre dónde adquirir centramina, y otra, con mucho porte, quedaba muy desconcertada cuando, dispuesta a compartir sus inquietudes cinematográficas, se encontraba con la desidia de Marías, que le preguntaba por películas de las que ni siquiera yo había oído hablar nunca -tal vez se las inventara-.

Después, a la noche, la luz del pasillo se apagaba y dejaban de asomarse señoras a la puerta. Ya éramos sólo Marías y yo. Bueno, Marías, su máquina de escribir y yo. Era la hora de darle a la tecla. Lo hacía en el pasillo que dividía las dos camas. La máquina era una Underwood, eso está claro, pero no acierto a recordar el modelo. Él la trataba con mucho cariño, la tenía sobre una mesita con ruedas en la que apenas había sitio para un montón de folios, a su derecha, sobre los que tenía depositado un rotulador, imagino que para corregir, pero nunca lo vi corregir en mi sueño. Allí, mientras él escribía con el cigarrillo en la comisura de sus labios, yo permanecía tumbado en la cama de la izquierda, tratando de convencerlo con que se pasara al ordenador. Él repetía con tono de hastío sus argumentos para permanecer fiel a su Underwood,  y seguía a lo suyo. 

Escribía en alemán, cosa que a mí me parecía de lo más natural. 

1 comentario:

Amador Aranda Gallardo dijo...

Que fuerte te ha dado con marias para incluso soñar con él...yo cada vez que voy a Madrid y paso por la plaza de la Villa me quedo un rato mirando a las ventanas por sí lo veo...jeje nunca lo he visto por cierto.