La que hoy termina ha sido una semana extraña, una semana de echar la vista atrás. Se cumplía un año desde que empezé a habitar este minúsculo apartamento que hace las veces de hogar incluso cuando se haga difícil entender esa palabra. Ha pasado un año ya desde que reuní todos mis libros de nuevo. Y eso bien merecería una fiesta que todavía no hice.
Y se han cumplido, en esta semana, tres años tres de esa triste y redonda fecha del simulacro más vil del que fui cómplice en mi vida. La primera vez que lo denomino así, sin ambages, ni rodeos autocompasivos, pero tal vez tres años sea demasiado poco tiempo para lo lejano que lo siento, y la distancia haya despejado telarañas y mentiras con las que uno trata de camuflarse dentro de su propia vida.
Y para terminar, se cumplieron siete años siete desde que esuché a Sabina cantar en directo. Cantar ruido, cantar princesa, cantar contigo. Cantar Y sin embargo, sentir de nuevo, como si los años se hubiesen concentrado en esas dos únicas noches. Y descolgar el teléfono desde Córdoba como en Madrid y no llamar a Córdoba pero querer compartir, como siempre y entonces, la lítost tan intraducible del checo pero tan diáfana al entendemiento cuando te recorre el alma y te atenaza que te acompaña en el camino a casa mientras piensas que han pasado siete años y dentro de esos siete tres, y también uno más, el último, desde que por primera vez cruzaste la puerta de este hogar tan en cursiva y sentir que ya no queda casi ni nostalgia en la que refugiarse, sino uno solo ante la nada. Y entonces, tomar la decisión más importante de los últimos años, así, improvisada y abruptamente, con la convicción de que eso y no otra cosa es lo que justo ahora necesitas. Y así, descorres con el brazo los libros que poco a poco han ido invadiendo tu cama, esos perros fieles compañeros de viaje, como recuerdo y bálsamo de soledad, para amontonarlos todos a un lado y decirles que ahora, ese será su lado y éste, el mío. Treinta y un años después, empezar a ocupar el otro lado de la cama es una decisión tan trascendente que estoy seguro cambiará mi vida.
Y se han cumplido, en esta semana, tres años tres de esa triste y redonda fecha del simulacro más vil del que fui cómplice en mi vida. La primera vez que lo denomino así, sin ambages, ni rodeos autocompasivos, pero tal vez tres años sea demasiado poco tiempo para lo lejano que lo siento, y la distancia haya despejado telarañas y mentiras con las que uno trata de camuflarse dentro de su propia vida.
Y para terminar, se cumplieron siete años siete desde que esuché a Sabina cantar en directo. Cantar ruido, cantar princesa, cantar contigo. Cantar Y sin embargo, sentir de nuevo, como si los años se hubiesen concentrado en esas dos únicas noches. Y descolgar el teléfono desde Córdoba como en Madrid y no llamar a Córdoba pero querer compartir, como siempre y entonces, la lítost tan intraducible del checo pero tan diáfana al entendemiento cuando te recorre el alma y te atenaza que te acompaña en el camino a casa mientras piensas que han pasado siete años y dentro de esos siete tres, y también uno más, el último, desde que por primera vez cruzaste la puerta de este hogar tan en cursiva y sentir que ya no queda casi ni nostalgia en la que refugiarse, sino uno solo ante la nada. Y entonces, tomar la decisión más importante de los últimos años, así, improvisada y abruptamente, con la convicción de que eso y no otra cosa es lo que justo ahora necesitas. Y así, descorres con el brazo los libros que poco a poco han ido invadiendo tu cama, esos perros fieles compañeros de viaje, como recuerdo y bálsamo de soledad, para amontonarlos todos a un lado y decirles que ahora, ese será su lado y éste, el mío. Treinta y un años después, empezar a ocupar el otro lado de la cama es una decisión tan trascendente que estoy seguro cambiará mi vida.
6 comentarios:
Pasaba a leerte.
Y a dejarte una sonrisa con besos incluidos.
Enhorabuena por llevar un año viviendo tu vida solo. Me gusta mucho tu blog así que me pasaré por aquí de vez en cuando para ver que sale de esa cabeza cordobesa. Un besín
felicidades. a veces , cambiar de lado ayuda mas de lo que parece
Pienso que el tiempo es un gran aliado, y el paso de los años nos aporta una visión de las cosas que en determinados momentos no somos capaces de ver. Suerte en ese nuevo lado de esa bonita colcha ;)
José Luis...también hace casi un año se presentó en mi blog un a persona muy especial y dijo: no tienes que seguir buscando.
Fue genial y verdaderamente hermoso conocerte, cuenta conmigo siempre, yo te quiero mucho.
Por favor quita los libros, yo quisiera para ti, una mujer que te quiera y te haga feliz , como lo mereces. Te deseo lo mejor siempre.
Recibe mi cariño.
Besos
....siempre hay que cambiar de perspectiva...se ven más cosas....
....Que bonita la canción de SABINA¡¡
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