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viernes

Los patios

La grandeza que tiene vivir donde vivo es que en un día cualquiera, mientras la noche se aparece, uno puede caminar sin rumbo y terminar en un patio cualquiera, en el que un señor muy amable trata de ser más amable de lo que ya realmente es y te invita a pasar.



Una vez dentro, las flores, las luces, los objetos prendidos en la pared, te transportan a un mundo mágico e irreal. La gente conversa entre risas y no grita, ni hay malos humores. Se saborea el vino y el olor de mayo y entonces, una señora muy elegante nos cuenta a todos los que no lo sabíamos lo que realmente es una folía y no solo lo explica maravillosamente sino que nos hace una pequeña demostración mientras la música de fondo suena, y un joven alumno suyo la acompaña con unas castañuelas. Todo aquel pequeño trocito de sensibilidad termina con la lectura del amor constante más allá de la muerte por más que ya no haga falta porque por aquel entonces ya todos estamos en el siglo XVII y Quevedo sentado a nuestro lado.


Después, una luz se enciende en un rincón, y los asistentes pasan y cuentan. Sus historias y también las de otros. Y así, podemos encontrarnos con un embajador en Lisboa, o con el recuerdo de aquella no tan anacrónica expulsión, o con la magia del bosque y de la fantasía, o con los tradicionales cuentos populares. Incluso, uno tiene el privilegio de oír una lectura de La tierra de Alvar González que el mismo Machado hubiera podido aplaudir.

Sales de ese patio y la cálida realidad vuelve a ti, y piensas que te gustaría vivir por siempre en aquella burbuja, o mejor aún, piensas en construir la propia, con sus matices, pero multiplicando ese espíritu. En cualquier caso, te vuelves a casa sintiéndote enormemente feliz, sintiendo a flor de piel el privilegio que supone vivir donde uno vive.

1 comentario:

JUAN dijo...

... Y ahora me dan ganas de salir corriendo y sumergirme en la realidad de todas esas sensaciones que casi puedo tocar leyendo tus palabras, pues siempre que las he vivido, y ahora que las recuerdo, también me he sentido dichoso de tener mis raíces en el más bello de los lugares.

Hoy me has regalado un puñado de nostalgia, amigo.

Gracias de corazón. Un abrazo.