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sábado

Un torero de verdad

Decir ahora que Finito se equivocó y que debería haber dado la vuelta al ruedo y no desatar esta tremebunda polémica que no va a beneficiarle en nada es fácil, y puede que también sea cierto. Pero lo que es todavía más fácil, lo que es un ejercicio de demagogia no por previsible menos triste, es atacar al maestro indiscriminadamente sin siquiera hacerse eco de sus palabras, sin siquiera tratar de entender cuáles fueron sus motivos. No me sorprenden las crónicas que el sábado poblaron los periódicos de Córdoba. Palabras falsarias y aprovechadas. Es sencillo, y sobre todo agradecido, colocarse al lado de las mayorías, no ir en contra de lo que resulta populista por más que a veces eso nos lleve a ocultar las evidencias, a deformar la realidad, a traicionar a las personas. ¿Qué importa la palabra dignidad cuando ella compromete a los hombres (y mujeres) que no son de verdad?

Puede que Finito se equivocara con su gesto, pero la afición también se ha equivocado, y nadie, nada más que él, ha tenido los bemoles de decirlo. Puede que Finito se equivocara si lo que pretendemos son representaciones gratuitas, falsas y políticamente correctas. Si lo que todos esperamos en esta sociedad de mentira y nada es que todo permanezca sin moverse demasiado, que aparezca el aplauso fácil, y que con él todos parezcamos felices.

Pero puede que no lo hiciera, que no se equivocara, porque Finito, como ha hecho siempre a lo largo de toda su carrera, no se ha entregado al populismo barato, ni ha sido falso, ni tampoco se ha traicionado. Ha dicho alto y claro lo que muchos pensamos, lo que muchos tal vez no nos hemos atrevido a decir. Lo de Finito no es nuevo señores, les diría que indaguen en la Historia de los Califas del toreo para comprobarlo. Observen atónitos lo que ha ocurrido con ellos y esta maravillosa afición de Córdoba. Siempre hay un denominador común. Un denominador sobre el que no es rentable hablar, porque puede pasarnos una seria factura. Ninguno nos hemos atrevido a hablar de ese denominador, tampoco los pobres y a veces mezquinos críticos taurinos de esta ciudad. Es más fácil atacar a uno que a muchos, aunque eso suponga ir en contra de la verdad.

Finito lo ha hecho. A pecho descubierto, sabiendo lo que le iba a venir encima, sabiendo que nada de esto podría beneficiarle. Nada de eso le ha importado. A estas alturas, lo verdaderamente importante para él era no traicionarse a sí mismo, y ése es el motivo por el que lo ha hecho. Por ser coherente con lo que siente, con lo que ha sentido. Por ser un torero puro, diferente, sin mentiras. Por ser un torero de verdad.

©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 30 de mayo de 2009

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