Han pasado sólo dos días y no puedo recordar quien me dio el pase. Tiré el desmarque a la espalda de la defensa en tres cuartos de campo y no recuerdo muy bien quién, si fue Feli o Dani o tal vez Juan quien metió el pase, preciso, medido, y así, me vi entrando en el área con el balón controlado y encarando al portero. El arquero, la portería y yo. En un principio pensé tocarla de interior al palo derecho pero el portero no se vencía, aguantaba, así que seguí avanzando y cuando ya casi lo tuve encima lo driblé hacia la izquierda. Se fue al suelo y por un momento sentí un vértigo espantoso porque pensé que me la iba a sacar, que iba a fallar la oportunidad infallable, como un Sinama cualquiera. El pensamiento no cuajó porque en seguida al portero ya lo vi caído atrás mía y escuché la voz del defensa que venía al corte. La toqué de zurda y vi como el balón cruzaba la línea de gol. Ni siquiera me esperé a ver cómo besaba la red y ahora me arrepiento de eso. Uno que lo ha soñado tantas veces y que pareciera tener tan claro cada cosa que haría y resulta que cuando por fin se da, ni siquiera uno aguarda ese segundo que tarda el balón en acariciar la red en ese instante tan frugal y tan eterno.
Me di vuelta en seguida y me levanté la camiseta amarilla que me había permitido cumplir mi sueño para mostrar a las mil personas que había en la tribuna cuáles eran mis verdaderos colores. Mostré mi camiseta rojiblanca y me toqué el escudo. Y miré hacia la tribuna de nuevo buscando a César para ir a abrazarme con él. Pero no lo vi. Todo lo que vi fue una nebulosa. Sentí una tremenda emoción, sentí un pequeño vértigo, sentí hasta un poco de vergüenza. Y luego llegaron los demás, mientras yo bajaba de nuevo la camiseta amarilla para proteger los colores rojos y blancos que me queman la piel, y hubo abrazos y sonrisas y fue entonces cuando yo, caminando de regreso hacia mi campo, miré el fondo sur, que estaba completamente vacío, y la enorme pancarta del Frente, y giré sobre mis tobillos y miré lentamente el campo haciendo un giro completo sobre mí mismo. Y me faltó llorar, decirle a todos que se pararan un poquito para que yo pudiera llorar mi sueño y que ellos supieran que esta vez era real, y que de una forma o de otra, había marcado un gol en el Vicente Calderón con la camiseta del Atlético de Madrid puesta.
5 comentarios:
Te anularon el gol por fuera de juego.
Cesar no seas marika, dejalo disfrutar.
Es un sueño que tal vez tengamos muchos!
...Y yo que me alegro, campeón.
Un abrazo.
Es lo grande del fútbol. Un sueño grande que se cumple es un día que no se olvida en la vida. Enhorabuena y un saludo, amigo.
Toni Cruz.
Me importa un carajo si hubo fuera de juego o no, si es verdad lo que relatas ¡OLE TUS COJONES!
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