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La dignidad y los sueños

Ronaldo asintió impávido cuando Blatter le comparó con un esclavo de la modernidad. Robinho llora desconsolado porque quiere ser el mejor jugador del mundo y en el Madrid no puede hacerlo, ha de ser en el Chelsea, esa máquina del fútbol total. Ambos están muy tristes. Mentiras, sólo quieren más dinero.

Tanto el portugués como el brasileño son jugadores nacidos de la calle, de familias humildes, que a base de un talento natural y de muchas horas de fútbol callejero han llegado a ese lugar que ni siquiera soñaron cuando eran niños y daban patadas a un balón hasta que llegaba el anochecer. Ahora, recién estrenada la veintena, ambos han sacado de la pobreza a toda su familia y a unas cuantas generaciones más y ambos también militan en dos de los mejores equipos del mundo. Pero eso no les basta, quieren más. Hay quien dice que son buenos chicos mal aconsejados y tal vez sea cierto, pero pienso que hay algo más. Esos chicos, abrumados de fama y glamour, entre tanto dinero y malos consejos, han olvidado el lugar de donde vienen. Por eso, yo les voy a contar una historia.

Cristiano Lucarelli es un jugador al que tal vez recuerden por su efímero paso por el Valencia en la temporada 98-99. Lucarelli nació en Livorno, una pequeña ciudad portuaria de la Toscana italiana, en el seno de una familia humilde. Desde muy pequeñito, el niño Cristiano tifaba incondicionalmente por los colores grana del equipo de su ciudad, el Livorno, y soñaba con ser un día el delantero que hiciera el gol que llevase a su equipo a la serie A. El Livorno es uno de los equipos con menos palmarés del calcio italiano. Componente habitual de la serie C, sus efímeros escarceos por la B siempre fueron considerados años de vino y rosas. Al finalizar la temporada de 2003, Lucarelli había completado su ciclo en el Torino y su representante le buscaba equipo. Ofertas había, todas ellas suculentas en lo económico y también en lo deportivo, pero entonces ocurrió que el Livorno subió a la B. Lucarelli, que debió ver el sueño de su infancia más cerca que nunca le dijo a su representante que rechazara todas aquellas ofertas y le buscase sitio en el equipo de su ciudad natal, en el que, cosas del destino, nunca había jugado.

El Livorno, recién ascendido, sólo pudo pagar unos cientos de miles a su inesperada y rutilante estrella pero a Cristiano no le importó. Tenetevi il miliardo -quedaos con los millones- les dijo a todos los que no entendieron su renuncia. Lucarelli había dejado de ganar mucho dinero, pero se había lanzado de lleno a por un sueño. Cuando al año siguiente Lucarelli hizo su gol número veinticinco de la temporada, el Livorno ascendía a primera 55 años después y el gesto de Cristiano se había convertido en historia viva del fútbol. Una ciudad entera aclamaba al ídolo y su historia sería contada durante muchas generaciones.

Posiblemente Lucarelli no tenga nunca los millones ni la fama de Robinho o Ronaldo, pero tendrá algo que está al alcance de muy pocos: la dignidad de haber honrado al deporte que hizo de él lo que es. El orgullo y el recuerdo de una ciudad entera que le sobrevivirá a él y a sus nietos. Y sobre todo, la felicidad eterna que proporcionan los sueños cuando un día se hacen realidad.

©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 31 de agosto de 2008

4 comentarios:

Anónimo dijo...

qué historia tan bonita... pero al final en las televisiones sólo seguirán emitiendo los míticos goles de Ronaldo y Ronaldiño, y esa historia tan preciosa que has contado la saben cuatro

Capitán Alatriste dijo...

¿Y qué más da cuántos la sepan?
Para mí una historia así vale más que todos los mercenarios goles de Ronaldinho.

Lydia dijo...

Naturalmente. A veces pienso que es una crueldad admirar a todos los futbolistas que nos hacen vibrar y que resultan ser auténticos farsantes de teatro.
No diré nada sobre estos dos. Nos quedamos mejor con el buen gusto de la historia del italiano.
Bueno, sólo decir que hasta Pelé se arrepiente de haber dicho bondades de Robinho.

Besos.

Isthar dijo...

No conocía la historia de ese jugador italiano, pero es sin duda, o debería serlo, un referente cuyo ejemplo muchos deberían seguir.

Claro que a los jugadores de éxito poco les importa su ciudad natal ni los clubs de segunda, lo que quieren, es seguir ganando cuanto más dinero mejor durante el mayor tiempo posible.

Sigo diciendo que el futbol, y sobre todo sus jugadores, están sobrevalorados en exceso.