Desde hacía un tiempo, sus despertares eran como un ritual. Se levantaba sobre las nueve de la mañana, cuando el sol ya oteaba a los mortales desde su posición siempre privilegiada. Se metía en la ducha y se recreaba en ella. El agua muy caliente. Al salir de ella, como en un juego de la niña que nunca había dejado de ser, dibujaba un corazón sobre el vaho del cristal. Se colocaba un pantalón corto y camiseta y se iba a la cocina a prepararse una gran taza de café..
Caminaba descalza por el diminuto apartamento recogiendo la ropa desperdigada de la noche anterior mientras ponía la cafetera a funcionar. Después, se servía una taza enorme, siempre la misma, y se acurrucaba en el sillón de su balconada, impregnándose de sol. Hundía su nariz en el recipiente para percibir el aroma del café recién hecho, un olor que la transportaba a no sabía qué lugar, pero le agradaba. Sobre la mesa un libro. La fuente de la edad.
El libro narraba la leyenda de una fuente perdida desde la antigüedad y que permitía recuperar la juventud a las personas que habían pasado por la vida sin encontrar el amor. Sólo bebiendo de sus aguas. Una segunda oportunidad. En otro tiempo, a ella esa historia le hubiese dado una tregua pero ahora sabía que ya estaba fuera del alcance de los mágicos poderes de la fuente de la edad.
Su relación con el amor había sido más que tumultuosa, pues en más de una ocasión se sintió engañada de sentir aquello que estuvo buscando siempre y que en la mayoría de las ocasiones resultó no ser. Ahora era distinto. Tras tanto desengaño tenía la certeza de que su hora había llegado. Ese momento que tanto había esperado y que tantas dudas había suscitado en ella era una realidad. Lo tenía frente a ella y no precisamente en la forma en la que había imaginado.
Él llegó de una forma inusitada, absolutamente extraña. Llegó para marcharse. Y aun así ella sabía que sus vidas estarían entrelazadas para siempre. Para más allá de siempre. Ella sabía que lo amaba. Lo sabía por la forma en que se estremecía al recordar sus ojos o por cómo el eco de sus dulces palabras resonaba en su interior como si hubiera estado ahí desde hacía siglos. Él la había rescatado en un segundo de la mediocridad de su vida, del dolor pasado, de su tensa espera. Y se marchó. Y era eso lo que más la reafirmaba en su idea. La distancia no fue óbice. Lo sentía tan cerca como aquel día en que lo besó por primera vez y su piel se le erizó y quiso decirle que llevaba una vida dibujando corazones en el vaho de los espejos y que eran todos para él. El tiempo y la distancia. Ahora ya nada importaba. Ahora sólo cabía esperar y luchar porque tras él ya no habría otras oportunidades, ni siquiera podría ir a buscar la fuente de la edad.
Así, terminó su café y continuó con el ritual. Se levantó y se dirigió a su escritorio. Sentada, entrecruzó sus pies descalzos en la silla, extrajo una de las preciosas hojas de papel oriental que compraba en el mercado cada sábado para él y después de derramar unas gotas de Issey Miyake, ese perfume que lo enloquecería el día que pudiera olerlo en su piel, le dedicaba sus primeras palabras del día. Palabras que no podían ser, sino de amor.
©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 18 de septiembre de 2006
20 comentarios:
Impresionante Jose Luis!!
Grcias por pasar por mi blog, tu visita ha sido como una invitación silenciosa al tuyo. Muy grato descubrir que Losing my religion y Benedetti nos hacen coincidir en gustos.
Un beso Capitán!
Lena.
Y ahora sí, una vez leído tu post...sólo puedo felicitarte por hacerme ver a una chica escribiendo en su escritorio una carta muy necesaria. Hay quienes tenemos la suerte de encontrar a personas que aunque ya no estén siempre aparecerán en nuestras vidas aunque no sea físicamente. ¿Vidas cruzadas? Quizás no tanto...Pero de una forma u otra, a pesar del paso de los años, siguen ahí.
Capitán Jose Luis...solamente me queda darle las gracias por este texto.
Otro beso,
Lena.
José Luis...cómo sabes todo eso de mí?... es increíble, me describes tal como soy , tomando mi café, haciendo corazones , mi perfume y mis palabras...Será qué estoy soñando?. Gracias por tanto amor. Te quiero.
Besos.
Jose Luis:
Solo vine a darte las GRACIAS por tus palabras tan càlidas en mi blog.
Realmente parè antes de cenar para venir a escribirte pero no puedo leerte.
Te ruego me disculpes. Prometo pasar con tiempo y quedarme buen tiempo acà.
Besos y GRACIAS-
El ritual de la mañana.. que suave y dulces palabras.. que tal vez reflejan lo que suelo sentir..
Estaré cercana a conocer a ese hombre, aunque el tiempo me lo quite?
Cariños.. y en realidad.. amé tu escrito.
Es de aquellas palabras que llegan más allá que al cerebro.
Que tendrá el café que interviene en tanto rituales.
Saludos
pues yo seria incapaz de escribir al algoque ya no existira nunca mas.. o si? afortunada ella si al menos no llora!
Un beso
La verdad es que es una preciosidad lo que cuentas. Y a uno le dan ganas de seguir leyendo. Le sabe a poco. Cuéntanos más, si quieres, de tu chica Daniellha. Un beso
Muy lindo... me encanto
SALUDOS
LUZ
Felicidades niñoooo, fue un placer leer tu post, cerrar los ojos y sentir ese aroma, ese momento, la sensaciones, hasta de sacar un papel especial comprado en una librería especial y sentarse a escribir cartas necesarias, aunque sea a personas que no se sabe si las leerán. Un besazo
¿Has ido a hacerte la cera?.
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Me gustan los rituales y como escribes...
SLDS
El ritual del café...uhmmm, casi podía olerlo...precioso lo que escribes, de verdad...me ha encantado.
Un beso, o un corazón en el espejo..qué gesto más bonito.
Me siento extraña leyendote y leyendo todo esto, es como si te estuviera mirando desde detras de la cortina de tu balcón y te observará hablar con cada una de ellas en tu sofa rojo.
¡¡Me ha encantado!!
Es una historia verdaderamente hermosa, una forma de describir el amor diferente a cuántas leemos a diario, donde la distancia, lejos de separar sigue uniendo, más allá de las ausencias.
Pasé para saludarte y encontrarme con otro post.
Un bseo,
Lena.
Que buena historia, me ha encantado de verdad... es increible todas las historia que giran en torno al café... tantos rituales, momentos y secretos que guarda su aroma. Saludos!
Los rituales siempre nos abocan a una rutina, pero nos hacen sentirnos seguros, dueños de actos mecanicamente aprendidos.
Me hubiera gustado leer esas palabras que ella iba a escribirle. Tu relato a mi entender debe proseguir, con la certeza de que eres poseedor de las palabras que callas y que no debes omitir.
Un cordial saludo.
Olimpia.
Hola!!
Quiero daros a todos mi mas sentido agradecimiento por vuestras dulces palabras. Agradecer también que dediquéis una parte del preciado tiempo que nos atenaza y nos devora a leer las palabras de este humilde aficionado a jugar con su imaginación.
A quienes me pedís que continue la historia. No sé, sinceramente. Tal vez lo haga. Lo que más me apasiona de escribir es esa capacidad que tenemos de moldear historias a nuestro antojo, hacer con ellas lo que queremos. Vuestras peticiones incitan a seguir jugando con la chica del café, que tal vez tenga para un libro, o dos. Porque el amor es una fuente inagotable.
Besos a todos.
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