Sólo tomaba el metro para ir al fútbol. Lo había hecho así desde hacía veintinueve años. El Atleti dejaba el Metropolitano con nostalgia pero orgulloso al son de aquella cantinela que decía mientras otros van de pie nosotros todos sentados. Se trasladaba al flamante Vicente Calderón, entonces Estadio del Manzanares. Un par de años más tarde inauguraron la línea 5 del metro de Madrid y desde entonces, estuvo abonado a aquel viaje invariablemente cada quince días de su vida.
De Carabanchel a Pirámides. Tenía grabadas esas cinco paradas a fuego en su memoria. Al principio siempre acompañaba a su padre, que era quien le había inculcado la enfermedad atlética. Se encontraban siempre a una hora en la boca del metro y aprovechaban las tres primeras paradas para ponerse al día.
- ¿Qué tal mamá?
- Como siempre, en la casa se ha quedado con la faena. Quejándose de a ver si vas más a verla que estás de un perdido… ¿No te habrás echado novia ya, no? Porque buena falta te haría.
- Que nó papá, vosotros dejadme tranquilo que ya me llegará la hora.
Así discurrían hasta llegar a Urgel donde el metro ya estaba completamente inundado de colores rojiblancos y las conversaciones se trasladaban impenitentemente al equipo y al partido. Gárate no juega. Bueno, da igual, hoy hay que ganar como sea. Se bajaban en Pirámides y caminaban juntos hasta el estadio.
El viaje de vuelta solía transcurrir rodeados por la euforia de la victoria o el silencio del fracaso que les suponía una derrota. Cuando el Atleti perdía, volvían a casa en silencio. Se bajaban en Carabanchel y cada uno emprendía el camino hasta su piso.
Fue también en ese trayecto donde conoció al amor de su vida. Era el primer partido de la temporada 80-81. La vio sentada en el asiento de enfrente envuelta, como no, en una bufanda rojiblanca. Él ya andaba por los treinta y había perdido la fe en el amor pero aquella chica lo cautivó. Su padre le hablaba del mejicano que había fichado el Atleti pero aquél día no le prestó ninguna atención. Al bajarse del metro se excusó diciendo que había quedado con unos amigos, que lo vería dentro y la siguió hasta conocerla, con una excusa cualquiera. Ahora era su esposa y tenía la certeza de que lo sería hasta el fin de sus días. Para celebrarlo, aquel día, el Atlético le ganó al Bilbao por dos goles a cero. Marcaron Ruiz y Marcos Alonso.
A finales de la temporada 90-91 jugó el partido más amargo de su vida. Aquel día, el Atleti había perdido inesperadamente contra el Mallorca y subieron muy tristes al metro, como de costumbre. En contra de lo que solía ser habitual, su padre empezó a hablarle en Marqués de Vadillo. Incómodo, tras unas cuantas vueltas acabó diciéndole que de momento no iba a acompañarle más. Le habían detectado un cáncer y lo iban a ingresar. El mundo se le vino encima y no supo qué decir ni cómo hacer. Las lágrimas lo desbordaron y paradójicamente fue el padre quien terminó por consolarlo. Venga hombre, que este año ganamos algo seguro. El Atleti fue campeón de la Copa del Rey aquella temporada, precisamente ante el Mallorca, y aquella noche estival volvió a llenarse de lágrimas mientras miraba al cielo, preguntándose si su padre habría visto a Futre levantar la Copa.
Y pensaba todo eso hoy, mientras estaba sentado pensativo en un vagón de aquella transitada línea al lado de su hijo, al que llevaba por primera vez al estadio. El chaval, emocionadísimo, le hablaba de Penev y un yugoslavo que nadie conocía que tiraba muy bien las faltas. Él le sonreía cómplice, porque sabía muy bien cómo se sentía, mientras recordaba cuántas cosas le habían sucedido en aquella línea de metro que el ayuntamiento de Madrid había pintado incomprensiblemente de verde, cuando sus colores naturales eran el rojo y el blanco.
De Carabanchel a Pirámides. Tenía grabadas esas cinco paradas a fuego en su memoria. Al principio siempre acompañaba a su padre, que era quien le había inculcado la enfermedad atlética. Se encontraban siempre a una hora en la boca del metro y aprovechaban las tres primeras paradas para ponerse al día.
- ¿Qué tal mamá?
- Como siempre, en la casa se ha quedado con la faena. Quejándose de a ver si vas más a verla que estás de un perdido… ¿No te habrás echado novia ya, no? Porque buena falta te haría.
- Que nó papá, vosotros dejadme tranquilo que ya me llegará la hora.
Así discurrían hasta llegar a Urgel donde el metro ya estaba completamente inundado de colores rojiblancos y las conversaciones se trasladaban impenitentemente al equipo y al partido. Gárate no juega. Bueno, da igual, hoy hay que ganar como sea. Se bajaban en Pirámides y caminaban juntos hasta el estadio.
El viaje de vuelta solía transcurrir rodeados por la euforia de la victoria o el silencio del fracaso que les suponía una derrota. Cuando el Atleti perdía, volvían a casa en silencio. Se bajaban en Carabanchel y cada uno emprendía el camino hasta su piso.
Fue también en ese trayecto donde conoció al amor de su vida. Era el primer partido de la temporada 80-81. La vio sentada en el asiento de enfrente envuelta, como no, en una bufanda rojiblanca. Él ya andaba por los treinta y había perdido la fe en el amor pero aquella chica lo cautivó. Su padre le hablaba del mejicano que había fichado el Atleti pero aquél día no le prestó ninguna atención. Al bajarse del metro se excusó diciendo que había quedado con unos amigos, que lo vería dentro y la siguió hasta conocerla, con una excusa cualquiera. Ahora era su esposa y tenía la certeza de que lo sería hasta el fin de sus días. Para celebrarlo, aquel día, el Atlético le ganó al Bilbao por dos goles a cero. Marcaron Ruiz y Marcos Alonso.
A finales de la temporada 90-91 jugó el partido más amargo de su vida. Aquel día, el Atleti había perdido inesperadamente contra el Mallorca y subieron muy tristes al metro, como de costumbre. En contra de lo que solía ser habitual, su padre empezó a hablarle en Marqués de Vadillo. Incómodo, tras unas cuantas vueltas acabó diciéndole que de momento no iba a acompañarle más. Le habían detectado un cáncer y lo iban a ingresar. El mundo se le vino encima y no supo qué decir ni cómo hacer. Las lágrimas lo desbordaron y paradójicamente fue el padre quien terminó por consolarlo. Venga hombre, que este año ganamos algo seguro. El Atleti fue campeón de la Copa del Rey aquella temporada, precisamente ante el Mallorca, y aquella noche estival volvió a llenarse de lágrimas mientras miraba al cielo, preguntándose si su padre habría visto a Futre levantar la Copa.
Y pensaba todo eso hoy, mientras estaba sentado pensativo en un vagón de aquella transitada línea al lado de su hijo, al que llevaba por primera vez al estadio. El chaval, emocionadísimo, le hablaba de Penev y un yugoslavo que nadie conocía que tiraba muy bien las faltas. Él le sonreía cómplice, porque sabía muy bien cómo se sentía, mientras recordaba cuántas cosas le habían sucedido en aquella línea de metro que el ayuntamiento de Madrid había pintado incomprensiblemente de verde, cuando sus colores naturales eran el rojo y el blanco.
©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 10 de octubre de 2006
13 comentarios:
Me conozco el camino bien de esa linea y estoy de acuerdo q el camino al "Templo" tiene algo especial.
Como siempre el toque de amor,aayy,poeta!!
Hoy si soy la Nº1,jeje.
un besito
Que tal Capitán, he leído atentamente tu blog, y debo de reconocer que tenés condiciones innatas que te permiten escribir con una exquisita sensibilidad. Te felicito.
Un abrazo!
Charly
José Luis...recorrí el camino con tus hermosas letras, tienes un don mágico, para colocar a los que te leemos en el lugar, en el momento que vas narrando, me gustó mucho la historia, con mucho de tí en ella, de tus gustos, de tus ilusiones, de lo que esperas del amor, de tu hermosa alma. Te felicito. Te quiero, lo sabes?.
Besos amor.
¡Qué futboleros!
Así es a veces el amor... ...a muchos cuando menos piensan que va a aparecer aparece. Ése tuvo el valor de ir tras él, pero a muchos por cobardía se nos escapa. Y lo de la enfermedad, es verdad, a veces alguien se nos va cuando menos lo esperamos...
Son interesantes tus letras.
PD: se aceptan las críticas. :) Aunque no prometo nada, porque como buena tauro soy muy cabezota... ...es bueno tener una opinión sincera, se agradece; siempre se puede mejorar...
Un saludito de paisana.
Me encanta la forma en que engarzas las cosas cotidianas y sencillas del día a día con estas dulces historias, que podrían ser las de cualquiera de nosotros :)
Seguramente ese niño no era todavía consciente de todo lo que se aventuraba en su vida con ese primer viaje en metro para ver un partido. Su padre sí, ya lo creo que lo sabía :)
¿algo especial lili? ya te lo he dicho, cuidadín con los glóblulos rojos, jeje.
Gracias por tu visita charly. Es un honor que te gusten mis palabras.
Daniela que bonito comentario. Pensaba que este no te iba a gustar. Sí, lo sé. Besos de amor.
Esther, en el fútbol hay más historias de las que nos imaginamos. Anda que no podría yo escribir ni nada. ¿Paisana?
Tu amor, mis poemas...uff no estoy muy inspirado.
Isthar es un placer tu visita. Me alegro que te haya gustado. Gracias por tus palabras.
Forza Atleti!
Es curioso cómo podríamos perfilar el recorrido de nuestra historia si tuviéramos por donde trazar una linea de continuidad.
Siempre me han encantado estas historias donde a través de un lugar puden hacer memoria de cómo ha ido evolucionando su vida. De alguna manera siempre los he envidiado. Demasiados cambios sin anclaje...
Un abrazo muy fuerte
No me gusta el fútbol, pero te dejo un beso.
Hola Alice, me identifico bastante con los cambios sin anclaje...uf, con los virages inesperados.
Vade, el fútbol no? Es sólo un transfondo en la historia. A mí tampoco me gusta el fútbol, me gusta el Atleti, jeje.
Hola Tu amor. ¿Y qué poema te he mandado yo si puede saberse?
Gracias Mayte, bonito poema.
Bonito texto.
Tio pesado, pedante , verguenza de los guerreros atleticos . menos poesia y mas acciones... Te esperamos ...
Guerrero atletico
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