Estábamos tirados en el parque bebiendo unas cervezas en uno de esos días espléndidamente soleados que aparecen de vez en cuando en esta triste ciudad y que te empujan irremediablemente a lanzarte sobre el césped y quedarte ahí, sintetizando vitaminas D. Pasó a nuestro lado una rubia espectacular de esas que quitan el sentido y César, siguiéndola con la mirada, comentó:
- Una mujer así volvería loco a cualquier hombre si se lo propusiera. Después de todo lo que largamos, deberíamos estarles agradecidos porque si ellas quisieran, nos mandarían a todos al infierno. Los siete pecados capitales se nos quedarían pequeños.
- Venga ya César, tampoco es para tanto. Pero además, si tú ni siquiera sabes cuáles son los pecados capitales.
- ¿Cómo que no? A ver, la lujuria, la envidia…
César era mi amigo de toda la vida, como un hermano, y no había tenido suerte con las mujeres. Se pasó toda su juventud bajo las faldas de la que creyó su amor para siempre y al final le salió rana, como él mismo decía. Desde entonces se había vuelto cariñosamente misógino, porque en realidad lo que estaba era en un compás de espera, deseando de que otra morena o rubia –para eso no era delicado- llegase para volverlo loco de nuevo.
- La soberbia, la ira, la codicia, la gula y la pereza. – Le apunté
- Te has dado cuenta cómo todos los pecados se enuncian en femenino. Eso no es gratuito. ¿Tengo o no tengo razón?.
- Pues no me parece un argumento de mucho peso, seamos serios. El lenguaje es a veces caprichoso.
- Caprichoso los cojones. En esta vida nada es casualidad. Acuérdate de Elenita. Mucho amor y mucho amor y al final ¿qué? Su soberbia me destruyó. Su soberbia y su codicia. Yo parecía poco para ella. Ya sabes que siempre he pensado que la clave de todo fue Maribel, su amiguita de siempre. Claro, se había echado un novio rico y eso de que su amiga se pasease por ahí enfundada en vestiditos de Versace y sobre últimos modelos de Mercedes, ella lo llevó muy mal. La envidia. Desde que Maribel empezó a salir con aquel chico rico, Elena empezó a mirarme distinto, como si yo no estuviese a su altura. Y comenzaron los sibilinos maltratos psicológicos. Para que luego hablen. Desató en mí toda la ira que nunca tuve al ver que la perdía sin poder hacer nada y sobre todo, al ver cómo ella se transformaba, cómo se transformaba en algo irreconocible, y no precisamente para mejor. De la pereza no voy a hablar porque ese sí que reconozco que es un pecado congénito en mí. Y la gula…bueno, la gula podría ser el comodín. Todo cuadra.
Yo me reía con él mientras le daba a la cerveza interpretando ese tono irónico que César siempre le insuflaba a la vida, pero no podía dejar de acordarme de Elena. La mujer que moldeó el corazón de mi amigo, mi hermano, para acabar dinamitándolo con goma-2. Y entonces, aquel sabor amargo de las conciencias mal digeridas, casi enterrado en el olvido, vino de nuevo a mí, haciéndome palidecer y preguntarme a mí mismo cómo había podido vivir tantos años con esa mancha oculta, y cómo podría seguir haciéndolo acaso. Entonces supe que hay un pecado más capital si cabe y que tal vez se debería rediseñar esa lista que nos acompaña desde la antigüedad. Porque hay uno que atormenta al que lo sufre y acompaña hasta la tumba al que lo imprime, dejándote una pena instalada a perpetuidad. La traición.
©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 6 de diciembre 2006
- Una mujer así volvería loco a cualquier hombre si se lo propusiera. Después de todo lo que largamos, deberíamos estarles agradecidos porque si ellas quisieran, nos mandarían a todos al infierno. Los siete pecados capitales se nos quedarían pequeños.
- Venga ya César, tampoco es para tanto. Pero además, si tú ni siquiera sabes cuáles son los pecados capitales.
- ¿Cómo que no? A ver, la lujuria, la envidia…
César era mi amigo de toda la vida, como un hermano, y no había tenido suerte con las mujeres. Se pasó toda su juventud bajo las faldas de la que creyó su amor para siempre y al final le salió rana, como él mismo decía. Desde entonces se había vuelto cariñosamente misógino, porque en realidad lo que estaba era en un compás de espera, deseando de que otra morena o rubia –para eso no era delicado- llegase para volverlo loco de nuevo.
- La soberbia, la ira, la codicia, la gula y la pereza. – Le apunté
- Te has dado cuenta cómo todos los pecados se enuncian en femenino. Eso no es gratuito. ¿Tengo o no tengo razón?.
- Pues no me parece un argumento de mucho peso, seamos serios. El lenguaje es a veces caprichoso.
- Caprichoso los cojones. En esta vida nada es casualidad. Acuérdate de Elenita. Mucho amor y mucho amor y al final ¿qué? Su soberbia me destruyó. Su soberbia y su codicia. Yo parecía poco para ella. Ya sabes que siempre he pensado que la clave de todo fue Maribel, su amiguita de siempre. Claro, se había echado un novio rico y eso de que su amiga se pasease por ahí enfundada en vestiditos de Versace y sobre últimos modelos de Mercedes, ella lo llevó muy mal. La envidia. Desde que Maribel empezó a salir con aquel chico rico, Elena empezó a mirarme distinto, como si yo no estuviese a su altura. Y comenzaron los sibilinos maltratos psicológicos. Para que luego hablen. Desató en mí toda la ira que nunca tuve al ver que la perdía sin poder hacer nada y sobre todo, al ver cómo ella se transformaba, cómo se transformaba en algo irreconocible, y no precisamente para mejor. De la pereza no voy a hablar porque ese sí que reconozco que es un pecado congénito en mí. Y la gula…bueno, la gula podría ser el comodín. Todo cuadra.
Yo me reía con él mientras le daba a la cerveza interpretando ese tono irónico que César siempre le insuflaba a la vida, pero no podía dejar de acordarme de Elena. La mujer que moldeó el corazón de mi amigo, mi hermano, para acabar dinamitándolo con goma-2. Y entonces, aquel sabor amargo de las conciencias mal digeridas, casi enterrado en el olvido, vino de nuevo a mí, haciéndome palidecer y preguntarme a mí mismo cómo había podido vivir tantos años con esa mancha oculta, y cómo podría seguir haciéndolo acaso. Entonces supe que hay un pecado más capital si cabe y que tal vez se debería rediseñar esa lista que nos acompaña desde la antigüedad. Porque hay uno que atormenta al que lo sufre y acompaña hasta la tumba al que lo imprime, dejándote una pena instalada a perpetuidad. La traición.
©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 6 de diciembre 2006
19 comentarios:
lili dijo:
Hombre no te da pena con César, acostandote con su mujer.
Hola! Llegué a tu blog x casualidad y sinceramente me ha encantado el texto y estoy totalmente de acuerdo con tus palabras.
Salu2 paisano!
Llego por casualidad y me encanta... ire curioseando un poco mas.... somos malisimas lo se :-) pero yo por lo menos lo reconozco
:-P
besikos
Y si lo pensamos bien, todavía encontraríamos muchos que podrían acompañar a la traición como "pecado capital"
Del machismo del lenguaje hablamos cuando quieras más largo y tendido ;)
Un abrazo muy fuerte
José Luis ...hermoso tu relato, lleno de la brillantez que caracteriza tus escritos, muy bueno el texto y muy buena la explicación de los pecados capitales, lo raro es que todos se nombren en femenino, hasta la traición... ¡es que no pegamos una!. Ja.
Besos.
Un sabor distinto este de tu relato.
Saludos
joder joder joder lo que tengo que leer......... y yo sin enterarme
Sin duda alguna la traición debería contar entre ellos, es uno de los peores.
En realidad hay tantos...
Un besazo enorme, Capitán
Ingeniosa exposición de los pecados capitales...
Una aportación, los caprichos del lenguaje también han querido que las virtudes para vencer esos pecados sean femeninos:
contra soberbia, humildad
contra codicia, generosidad
contra lujuria, castidad
contra ira, paciencia
contra gula, templanza
contra envidia, caridad
contra pereza, diligencia
y si lo incluyéramos, contra traición, lealtad.
Un saludo, Capitán
He leído absenta y me ha transportado a la ciudad de la luz a través de tu luz. Me ha encantado, un sueño de viaje. Gracias por contarlo. Voy a volver, seguro a Paris y también a tu blog
Un beso
lili1, no, no me da pena, porque no soy yo el narrador del relato. No es más que un personaje, como César.
sélah gracias por tu visita, pero una vez más, recalco que no es mi punto de vista de la situación. Es un relato. ¿Eres paisano? Mira que alegría a ver si coincidimos más.
Hola meiga, bienvenida, y espero verte pronto por aquí. Si te soy sincero, yo no pienso que seais malísimas. Más bien todo lo contrario.
Hola Isthar, el "machismo" del lenguaje sería un temazo de conversación, con esta vulgar "feminización" de la lengua que se pone de moda, que lleva a una ministra a decir fui monaguilla antes que fraila o a lendakaris proclamar entre jóvenes y jóvenas. Eso sí que es una pena.
Daniela, gracias por tus dulces palabras siempre. Es una casualidad lo de las palabras... ¿o no?
Hola Noa, una pregunta, a veces se me quedan las ganas de participar en tus tankas. ¿Podría ser? Y ¿por qué el sabor distinto? Todo preguntas hoy....
anonymous ????
Un beso Alice, y gracias por tu visita.
Athena, me encanta lo de las virtudes. Pero niego la mayor con la castidad. Por favor...que castidad ni castidad, jejeje.
lili2, por favor....
calma, creo que tu comentario corresponde al relato de París, pero en cualquier caso me alegro que te haya gustado. Un beso.
Quien más, quien menos...es pecador capital... Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Yo por si las moscas y e vista del frío, me guardo las manos en los bolsillos del abrigo...
Besos,
Lena.
Sí, y los caprichos del lenguaje también han querido que lo único que pueda ayudar a la conciencia (también femenina por cierto) sea creer en otras dos palabras enunciadas en femenino la amistad y la sinceridad.
Tanto pecado para mi esta de sobra...si hasta...es pecado esta todo mal jajaja.
Bueno con respecto a tu amigo, si le sirve de consuelo cuentale que a mi me va fatal en el amor,
Mis cariños para ti,
MAR DE CHILE
Capi!!
Aqui va mi comentario (impuesto)para la continuidad de este blog.
Buen relato,un tema complicado, los 7 pecados capitales;creo q lo peor de estos siete pecados es q dan origen,cualquiera de ellos,a muchos otros pecados.
Siempre me pregunté ¿cuál será el peor de todos? ¿o tienen todos la misma magnitud?
Me gustó mucho tu relatito y ya estoy registrada para q no me plagien mi nombre.
Un besito
Lena, no seré yo quien tire una sola piedra, te lo aseguro...
Buen apunte alnitak. Me quedo con esos.
No es mi amigo, mar, es ficción.
Así me gusta Alicia, fiel a tu cita.
Anónimo, que aburrido por favor...
José Luis...pasé a saludarte, no tengo msn lo sabes, que interesante las sensaciones de nos pueden dar los colores. De repente siento que el rojo no me gusta.
Besos.
Anómino, de veras no tienes nada más entretenido que hacer que decir tonterías y ... pegar mis opiniones de otros sitios en el relato. Yo es que lo flipo. Haz el favor hombre que ya somos grandecitos....
José Luis...le escribí una carta al Niño Jesús, puedes visitar mi blog?. Gracias amor.
Besos.
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