Punto y seguido
Ella imploró otra oportunidad, lo hizo entre llantos y suspiros, con voces roncas que ahogan palabras mil veces dichas e ingenuos arrepentimientos sobre la pálida piel. Entre promesas de cambio y esperanzas de futuro, le suplicó agarrándose a las certezas del pasado, a lo que fue verdad un día y tal vez ya no fuera nunca más. Apretó el tal vez, evocando los días de sol con lluvia donde todo era azul. Le recordó los puentes sobre el río, uno por uno, y la escarcha del coche en las mañanas, y los guantes perdidos, y el desorden de su orden. Él no tenía nada ni nadie en quien creer y el tiempo que vendría le pareció un abismo demasiado insoportable, así que transigió, y acordándose de aquel soneto de Sabina, decidió que al punto final de todos los finales le siguieran unos puntos suspensivos.
Puntos suspensivos
Lo que viene detrás de unos puntos suspensivos es algo absolutamente impredecible. Las ortografía dicta que tras ellos se ha de vislumbrar el temor o la duda, o lo inesperado y extraño de lo que vendrá después. Pero los puntos suspensivos también son puertas abiertas a otra historia con los mismos personajes, o distintos. Ella y él. La misma historia en todos los rincones del planeta. Las infinitas ramificaciones de una trama que siempre ha de tener el mismo patético final. Todo es cuestión de apreciación, de la prolongación de los puntos suspensivos, de la repetición de los mismos, de la capacidad de malabarismo. La misma historia contada de mil formas distintas. Las mil historias que son siempre la misma. Con la única diferencia del tiempo que marcan unos puntos suspensivos.
Punto y final
Al final llegó el final. Aquel punto final que una vez decidieron prolongar. Escribir en la misma línea, ni siquiera hacer un punto y aparte, ohhh, que ilusos. No, aquel travestismo artificial y forzado del punto final que terminó por regresar en la venganza de todas las venganzas. El mismo final de todas las historias. Ella y él. La conclusión que es también comienzo. Las cuartillas pulcramente emborronadas que no dejan sitio sino para el punto y final que siempre llega tras los puntos suspensivos.
Y la hoja en blanco que aparece, donde todo comienza de nuevo.
©José Luis Pineda Requena
8 comentarios:
plas plas plas...
para quitarse el sombrero; a veCEs, me identifico tanto con lo que escribes que parece que estas poniendo mis pensamientos sobre tu pluma.
Sencillamente, Genial!!!!!!
Interpretar los finales como comienzo de "otras cosas" es lo único que los hace soportables. En general detesto cualquier tipo de final (aunque quizás esté pensando en algunos en concreto).
Precioso.
Hola Capitan,
pues yo me quedo del relato, muy bueno por cierto, con los puntos misteriosos... o sea, los suspensivos :)
Y la hoja en blanco, claro :) en una hoja así se puede hacer maravillas.
Un abrazo
Pues sí, me ha gustado mucho. Últimamente estás que te sales. Un saludo. Muy original la estructura.
José Luis...muy buen post, el contenido está super. Admiro a la persona que pone punto final y abre nuevo capítulo.
Casi siempre mis sentimientos son puntos suspensivos, o signos de interrogación. ¿Qué te parece?.
Te dejo un beso... o no?.
Menudo post! Ahora cada puntos suspensivos, punto y seguido, punto y final y una hoja en blanco, tendrán otro significado para mi!
Un abrazo muy grande majete!
Hola anónimo, muchas gracias por tu opinión, es gratificante ver que lo que escribes a veces emocione a la gente.
Malamalísima por más que estemos hartos de ver finales felices en los cines, yo estoy de acuerdo contigo, los finales normalmente suelen ser indigestos.
Sí, nos gustan las hojas en blanco, eh adr?
Tú crees Amador. Fíjate que yo cada vez estoy menos contento de lo que escribo.
Sí sí dejadme besos siempre Daniela.
Hola Iris, los signos de puntuación como metáforas de la vida, tal vez deberíamos indagar más en los dos puntos, y en las comas...
pues estamos bien, jaja...Pues sí, me gusta más lo que vas escribiendo últimamente...en fin. Cómo son las cosas, jeje. Un abrazo.
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