Tengo el blog un poco abandonado y eso normalmente es un claro signo de que el abandono penetra por los intersticios de mi día a día. Hay abandonos y abandonos, claro. Hay abandonos obligados, inevitables. Y ahora que lo estoy pensando, me acuerdo de esos abandonos de película, esos que son los de verdad, reales y no conceptuales, que dejan al protagonista con una arruga de más y unas lágrimas de menos.
Pero no hablamos de eso, ahora no. Hay veces que uno abandona las cosas que normalmente hace no porque no tenga ganas de hacer nada sino simplemente porque ha de acudir a otras.
Así ando, abandonado a otras maravillosas causas. Un poco perdido entre ilusiones y aventuras. Pero escribo esto para que no se agriete de más la rutina que tantas veces me ha salvado y me recuerde a mí mismo, que, a pesar de los abandonos, tengo que leer más, tengo que escribir más.
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