Esperó la caída de la tarde para dirigirse al Barrio Rojo. Aquel emblemático barrio de Amsterdam siempre fue para él un lugar de paso, una especie de gueto en el que no convenía detenerse demasiado. Había oído innumerables historias sobre las chicas y los escaparates, pero nunca había querido comprobarlo por sí mismo. Sin embargo ahora, le había llegado el momento de cambiar de idea.
Tomó una pinta casi al trago para entrar en calor en la prolongación de uno de los puentes y se lanzó a aquella misteriosa aventura de observar escaparates. No se sintió mal, sabía que aquello no le hacía ser peor persona, que podría seguir siendo el bueno que siempre había creído ser. Después de un largo tiempo paseando, unos ojos detrás de un cristal le hicieron detenerse. Sostuvo la mirada mientras la chica entreabría la puerta y le invitaba a pasar. Él preguntó ¿cuánto? Y ella respondió. Hizo un cálculo mental y supo que no tendría suficiente. Continuó cabizbajo buscando una fealdad que encajase en su bolsillo. Al fin y al cabo, los milagros sólo ocurren en los cuentos.
©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 13 de noviembre de 2009
2 comentarios:
Jose...me gusta esa realidad, pero me entristece pensar que el pobre consiga una fea, y se conforme con eso, por ser lo que encaja en su bolsillo. Los milagros ocurren, pero no mirando los escaparates, en la vida diaria, y si son verdaderos, como dice la canción, ni se compran, ni se venden.
Majo, cada día escribes mejor, se nota que estás enamorado ; )
Un beso.
Lo realmente triste es q existan realidades (la mayoría de las q conozco) q dependan de ese "encaje". Como el dinero deforma todo...
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