Llevo cuarenta y siete años viendo la vida a través de la ventana de un kiosco y hoy, cuando cierre, no volverá a ser así. Hoy será mi último día. Toda la perspectiva que se me ofrece es una acera repleta de gente que va y viene y un muro de hormigón ennegrecido que pertenece al edificio del Corte Inglés. Por más que me esfuerzo ya no puedo recordar cómo era el paisaje que existía antes de la construcción de esa inmensa mole. Aquella obra me trajo prosperidad en el negocio, futuro en cierta forma, pero limitó la visión de mi vida a un muro que iba ennegreciendo de una forma pausada y lenta, casi indetectable, de la misma forma que transcurre la vida. He llegado cada mañana de lunes a sábado a las siete y media de la mañana para tener todo preparado a las ocho. Así hasta las nueve de la noche, durante cuarenta y siete años de mi vida. La misma pared, las mismas personas anónimas que van, vienen y se detienen frugalmente para comprarme unos chicles, un periódico, una revista. Un paisaje que bien podría pertenecer a Lérida o a Nueva York. Verano, invierno, primavera, ver el tiempo pasar por las ropas de la gente que va y que viene en vertiginoso desfile. Ver las modas pasar, ver los viejos morir y los niños crecer, siempre con esa pared como fondo. A partir de mañana, una inmensidad se abrirá ante mis ojos, que podrán empezar a ver el mundo liberados de esa ventana, de ese cuadro inmpermutable que son las personas, la vida en movimiento en el fondo de esa pared.
Y no sé a ciencia cierta qué será más aterrador.
©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 26 de enero de 2010
2 comentarios:
PLAS PLAS PLAS PLAS
Este me gusta para la temática optimismo. ¿Puedo también? :)
Publicar un comentario