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sábado

La luz

La luz lo ocupaba todo.
Llegaba silenciosa hasta provocar esa reconfortante ceguera blanca.
Un calor suave que ponía en guardia al vello en la piel
la sensación de que nada malo podía haber ocurrido,
la mentirosa certeza de que nada malo podría volver a ocurrir.
La luz lo ocupaba todo.
Llegaba y de súbito provocaba la sensación de siempre haber estado allí,
era como un sueño que obligaba a cerrar los ojos y los labios,
a abrir las manos
y separar los dedos
y respirar más lentamente
como esperando algo.
La luz lo ocupaba todo.

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