La Corredera es un sitio con encanto. Siglos de miradas la contemplan.
El destino me ha llevado a vivir cerca, muy cerca. Y ahora disfruto como nunca las tardes de verano en esa plaza con la compañía de mis libros. Pero no siempre sucede así. A veces, como ayer, suelen venir a visitarme Meli y Victoria, y entonces el cocktail suele ser más demoledor.
Me gusta ese lugar variopinto, donde puedes encontrarte de todo, chicas a la moda, hippies sonrientes, gitanitos, mucho arte, fumetas, papás en bicicleta. Todos se mezclan y conviven.
Me gusta mirar la luna desde la Corredera. La luna rodeada de estrellas. Me gusta ver cómo se desvanecen mis castillos en el cielo y cómo, con ese transformar de la materia, que nunca se destruye, se levantan en la otra parte de la plaza, mientras voy perdiendo la manija de mis propios sueños, de mi propia voluntad.
Me gusta dejarme atrás la Corredera, volver por donde he venido. No conocer el camino. Me gusta comer por necesidad, el desorden de mis días, la almohada en los riñones, la juventud entre los dedos, mi vida corre que corre.
©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 20 de Mayo de 2005
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