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miércoles

Hay amores

Yo conozco el amor porque lo vi de frente.

Todavía hoy, cuando ya no me restan fuerzas para levantarme de este mugriento lecho que la muerte ronda cada noche, puedo recordar como si sucediera ahora el primer día en que la vi tras de aquella ventana entornada, y puedo ver el blanco inmaculado del vestido que cubría su piel morena, inalcanzable y soñada, su mirada tímida y el caer de sus párpados incapaces de sostener la mirada mi asombro. Todavía hoy puedo recordar como caminé hasta aquel desvencijado escritorio, desorientado y aturdido, con la respiración dificultada por este ahora viejo corazón que amenazaba partirme las costillas latiendo como si quisiera escapar hacia ella de la cárcel de mi pecho.

Todavía hoy puedo recordar mi primera carta y mis primeras letras, temblorosamente ciertas, y la zozobra en su respuesta y la réplica y la réplica de cada réplica que en aquellos meses se sucedieron. Yo supe de cierto que aquello era el amor. Lo supe como no había sabido ninguna otra cosa en mi vida, como supe también que podría esperarla para siempre y que sería capaz también de morir por ella que tanto todo lo había cambiado a mi alrededor. Pero nada de eso sucedió. Esa maldita enfermedad que ahora llaman cólera la arrebató del mundo y también de mí y convirtió mi existencia en un caminar deambulante y gris, en una borrachera de desconcierto y de miseria.

La busqué siempre, por más que ya no estaba ni habría de volver. Traté de encontrarla en los cuerpos de vírgenes inmaculadas, de solteras enviciadas y entristecidas viudas. La busqué en todos y cada uno de esos cuerpos de mujer con que en mi vida tropecé. A ella, la única expresión del amor que aún recuerdo. Y no hallé sino desolación y nostalgia, y rabia y llanto. Y no dejé sino cadáveres en mi camino. Pagué el dolor con dolor y su ausencia con desdicha. Me odiaron, las viudas, las solteras y las vírgenes y yo no albergué sino pesadumbre y melancolía, soledad y tristeza. No alimenté un ápice de esperanza, ni siquiera tras los hijos que me atribuían y que yo rehusé, incluso ese muchacho, Florentino creo que le llaman, que trabaja en la compañía fluvial y que tanto dicen que se parece a mí. Nadie puede parecerse a un muerto ni ser hijo de quien nada espera.

Por eso ahora, que todavía recuerdo, y que la muerte acecha persistente tras la puerta, y que no tengo pena ni amargura, ni palabras amables ni lamento, lo único que me duele de que vaya a morir, es que no voy a hacerlo por amor.

Pio Quinto Loayza, padre de Florentino Ariza

©José Luis Pineda Requena

9 comentarios:

Anónimo dijo...

...Hay amores que pareCe que se acaban y florecen
y en las noches del otoño reverdecen...

Preciosa la canción!!!

Capitán Alatriste dijo...

Pues sí anónimo, el bolerito es precioso, lo habré escuchado un millón de veces aproximadamente desde que vi la película el sábado.

AdR dijo...

Y es que morir por amor debe ser lo mas placentero del mundo :)

Un abrazo

Capitán Alatriste dijo...

Adr en este momento creo que morir no ha de ser nada placenter, ni siquiera por amor. Pero nos gusta, al menos a mí, disfrazarnos de literatura y de historias soñadas e imposibles.

Danelí dijo...

La muerte sin duda nos asalta, nos persigue durante toda la vida, el silencio, las distancias, las despedidas....uno se va muriendo de a poco. Y en cada pequeña muerte uno se va muriendo de amor por lo que va perdiendo, entonces no es preciso que la muerte definitiva (esa en la que se desvanece el cuerpo) sea por amor, porque en cierta medida ya la hemos vivido.

Un beso
(texto y música, una preciosa combinación)

Capitán Alatriste dijo...

Hola Daneli, precioso y certero comentario el tuyo.

Anónimo dijo...

Anda, y yo que entraba para decirte que no fueras a ver la película. A mí no me gustaría ponerle imágenes prestadas a mi novela favorita (como es tu caso con "El amor en los tiempos del cólera"). Por cierto, que da un yuyu el careto del Bardem aquí... Parece un muerto.

Besos orgiásticos.

PD: Madre mía, sí que andáis enfermos de amor por estos lares. Hasta presuponéis placentera la muerte si es en su nombre.

un monton de palabras dijo...

Dicen que murió dos días después de él. Yo creo es porque no pudo irse el mismo día, tenía pendientes todavía. Hermoso relato.

Natasha dijo...

...vine a leerle amigo señor alatriste, celebro haberlo descubierto por causa de mi amiga Dany

le cuento...

a veces el dolor puede ser que nos lleve a la muerte o a la vida... depende de que lado nos agarre

hay días en que siento a la muerte agazapada detrás de las palidas penumbras, pero tambien hay noches en los que la vida con todo su esplendor me asalta y el tiempo se detiene y la vida se eterniza mientras la muerte se sacia con la carne.