Hoy me han vuelto a poner otra reclamación. Es la tercera del mes. En esta ocasión, era una señora que no entendía la forma en que se ordenaban los libros de la Biblioteca Infantil. La gente no admite la sinceridad, no admite que se les trate como realmente merecen, no pueden consentir que alguien les desvele su manifiesta estupidez. No, más bien necesitan una pátina de adulación disimulada. Señora, los libros están ordenados alfabéticamente, por edades, como bien muestran estos putos carteles indicativos. Mis propios compañeros, conocedores de la idiotez supina de algunos usuarios los disculpan, los excusan, y me miran raro cuando me ven tratarlos como a ellos les gustaría hacerlo. Cuando me doy la vuelta, sonríen, comentan. Cuando el director los reúne para tratar “mi problema” todos vuelven a ese papel fingido de la compostura. Y me reprueban, y los más falsos incluso se apiadan de mí, cuando lo que de verdad les gustaría es tener el arrojo para poder hacer lo que yo hago.
Hipócritas. Eso es lo que son, y lo saben. Cada vez que sucede algo se lo recuerdo, uno por uno, mirándolos a la cara. Hipócritas. Mierdas. Eso es lo que son. Me miran como si estuviera loca y no se dan cuenta de que los locos son ellos, en este mundo de falacia que entre todos han construido. Me pregunto cómo pueden estar tan bien engastados los engranajes de esta gran mentira. ¿Por qué no encuentro a nadie que sea como yo? Un día van a ponerme una camisa de fuerza y van a sacarme de aquí para encerrarme. No va a tardar mucho, es necesario para sostener su mundo cogido con alfileres en el que nada es lo que parece. Molestan las personas como yo. Me sacarán de aquí, de una forma o de otra, para que esa vida de mierda les permanezca inalterable. Y piensan que me pillará desprevenida. Ilusos. Estúpidos. Tal vez debiera esperarlos con alguna sorpresa bajo el brazo.
©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 04 de enero de 2011
1 comentario:
vaya, esta historia me suena.. ;-9
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