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lunes

Rutina

Una tenue luz segmentada en las paralelas líneas que deja pasar una persiana. Un silencio absoluto roto con el girar de una llave que se introduce y gira en la puerta. El tenue sobresalto de ella, recostada en el sofá del rincón, al que apenas llega la luz. Descansa momentáneamente de la lectura levantando la mirada sin curiosidad. Es él. Vuelve al libro esperando el mismo saludo de siempre, el mismo beso plastificado de cada día, pero suceden uno dos, tres segundos y nada de eso acontece. Él ha entrado en la habitación sin pasar por el salón, sin siquiera reparar en que ella estaba allí, recostada, leyendo en el sofá. Pasa el tiempo, pasa una página, pasan dos páginas. El silencio ha vuelto a ser absoluto. Apoya el libro en el brazo del sillón y se dirige hacia la habitación. Descalza, sigilosa, ahora sí intrigada por aquello que ha hecho cambiar su rutina. No saludo, no beso, no entrada al salón. Atraviesa el exiguo pasillo y cuando se asoma a la puerta del cuarto difícilmente consigue distinguir a contraluz su silueta tumbada en la cama. Rompe el silencio para llamarlo pero no hay respuesta. Avanza hacia él cuando el tacto de un líquido viscoso y caliente que rodea sus pies la hace detenerse. Mira el suelo y ve la mancha que engullirá toda la rutina, la mancha que convertirá la vida en nada, el amor, cansado, gastado, en un cortejo fúnebre.. Se rompe para siempre el silencio. Llega la oscuridad.

©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 12 de marzo de 2012

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